Agripina Montes del
Valle
Nació en Salamina (Antioquia) á mediados del siglo, y
educada en el Colegio de la Merced de Bogotá, volvió á Antioquia, donde se casó
muy joven con el señor D. Miguel del Valle, de quien tuvo numerosa prole. Fundó
y dirigió en Manizales el Colegio de niñas de la Concepción, en el cual
enseñaba por el sistema de lecciones orales, poco acostumbrado todavía en el
país; y en Bogotá, á donde volvió en 1878, ha dado clases en varios
establecimientos y casas particulares, viviendo al mismo tiempo consagrada á
sus hijos y á su respetable esposo, pues en labores caseras es no menos hábil y
ágil que con la pluma. Viuda en 1886, ha partido para Santamarta en 1887,
nombrada Directora de la Escuela Normal del Magdalena. De rara precocidad en el
cultivo de su talento poético, en 1872 obtuvo en Chile una medalla de honor en
un concurso literario con una poesía intitulada A la América del Sur, y ha
concurrido con lucimiento en varios otros certámenes literarios, y en el
“Romancero Colombiano" con el recuerdo correspondiente á Policarpa
Salavarrieta. En 1883 publicó en Bogotá un primer tomo
de Poesías, con extensa introducción del señor D. Rafael Pombo sobre las mujeres célebres por su talento en todos los países.
de Poesías, con extensa introducción del señor D. Rafael Pombo sobre las mujeres célebres por su talento en todos los países.
Al Tequendama
Tequendama
grandioso:
Deslumbrada
ante el séquito asombroso
De
tu prismal riquísimo atavío,
La
atropellada fuga persiguiendo
De
tu flotante mole en el vacío,
El
alma presa de febril mareo
En
tus orillas trémula paseo.
Raudas
apocalípticas visiones
De
un antiguo soñar al estro vuelven,
Resurgen
del olvido sus embriones
Y
en tus iris sus formas desenvuelven
¡Y
quién no soñará, de tu caída
Al
formidable estruendo,
Que
mira á Dios crear omnipotente,
Entrevisto
al fulgor de tu arco horrendo...!
¡
A morir !…AI abismo te provoca
Algo
á la mente del mortal extraño;
Y
del estribo de la ingente roca
Tajada
en babilónico peldaño,
Sobrecogido
de infernal locura,
Perseguido
dragón de la llanura,
Cabalgas
iracundo
Con
tu rugido estremeciendo el mundo.
¿
Qué buscas en lo ignoto?
¿
Cómo, á dónde, por quién vas empujado ?...
Envuelto
en los profusos torbellinos
De
la hervidora tromba de tu espuma
E
irisado en fantástico espejismo,
Con
frenesí de ciego terremoto
Entre
tu aérea clámide de bruma
Te
lanzas despeñado
Gigante
volador sobre el abismo.
Se
irgue á tu paso murallón inmoble
Cual
vigilante esfinge del Leteo,
Mas
de tu ritmo bárbaro al redoble
Vacila
con medroso bamboleo.
Y
en tanto al pie del pavoroso salto,
Que
desgarra sus senos al basalto,
Con
tórrida opulencia
En
el sonriente y pintoresco valle
Abren
las palmas florecida calle.
Por
verte allí pasar, la platanera
Sus
abanicos de esmeralda agita,
La
onduladora elástica palmera
Riega
su gargantilla de corales,
Y
al rumor del titán cosmopolita,
Con
sus galas y aromas estivales,
La
indiana piña de la ardiente vega,
Adorada
del sol, de ámbar y de oro,
Sus
amarillos búcaros despliega.
Sus
ánforas de jugo nectarino
Te
ofrece hospitalaria
La
guanábana en traje campesino,
A
la par que su rica vainillera
El
tamarindo tropical desgrana
Y
la silvestre higuera
Reviste
al alba su lujosa grana.
Bate
del aura al caprichoso giro
Sus
granadillas de oro mejicano
Con
su plumaje de ópalo y zafiro
La
pasionaria en el palmar del llano;
Y
el cámbulo deshoja reverente
Sus
cálices de fuego en tu corriente...
Miro
á lo alto. En la sien de la montaña
Su
penacho imperial gozosa baña
La
noble águila fiera
Y
espejándose en tu arco de topacio
Que
adereza la luz de cien colores,
Se
eleva majestuosa en el espacio
Llevándose
un girón de tus vapores.
Y
las mil ignoradas resonancias
Del
antro y la floresta
Y
místicas estancias
Do
urden alados silfos blanda orquesta,
Como
final tributo de reposo
¡Oh
Emulo del Destino!
Ofrece
á tu suicidio de coloso
La
tierra engalanada en tu camino.
Mas
i ah! que tu hermosura,
Desquiciada
sublime catarata,
El
insondable abismo desbarata,
La
inmensidad se lleva,
Sin
que mi osado espíritu se atreva
A
perseguirte en la fragosa hondura.
Átomo
por tus ondas arrastrado,
Por
retocar mis desteñidos sueños
Y
reponer mi espíritu cansado
En
tu excelsa visión de poesía,
He
venido en penosa romería;
No
á investigar la huella de los años
De
tu drama en la página perdida,
Hoy
que la fe de la ilusión ya es ida
Y
abatido y helado el pensamiento
Con
el adiós postrer de la esperanza
En
tu horrible vorágine se lanza
Desplomado
al más hondo desaliento.
En
vano ya tras el cristal enfriado
De
la vieja retina
El
arpa moribunda se alucina,
Y
en el triste derrumbe del pasado,
Cual
soñador minero,
Se
vuelve hacia el filón abandonado
De
nuevo á rebuscar algún venero.
Adiós!
adiós! Ya á reflejar no alcanza
Del
alma la centella fugitiva
Ni
tu ideal fastuosa perspectiva
Ni
el prodigioso ritmo de tu danza;
Y
así como se pierden á lo lejos,
Blancos
al alba, y al morir bermejos,
En
nívea blonda de la errante nube
O
en chal de la colina
Los
primorosos impalpables velos
De
tu sutil neblina,
Va
en tus ondas mi cántico arrollado
Bajo
tu insigne mole confundido,
E,
inermes ante el hado,
Canto
y cantor sepultará el olvido.
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