domingo, 20 de mayo de 2012

Poetas colombianos del siglo XIX


José Eusebio Caro



(Ocaña, 1817 - Santa Marta, 1853) Escritor y político colombiano considerado el mayor poeta del primer romanticismo nacional. De ascendencia española, quedó pronto huérfano de padre y se educó con su abuelo Francisco Javier, aunque no pudo terminar sus estudios de derecho por los trastornos de las luchas civiles.


En la boca del último Inca

Ya de los blancos el cañón huyendo,
Hoy a la falda del pichincha vine,
Como el sol vago, como el sol ardiente,
Como el sol libre.
¡ Padre sol, oye! Por el polvo yace
de Manco el trono; profanadas gimen
tus santas aras, yo te ensalzo solo,
¡Solo, más libre!

¡Padre sol, oye! Sobre mi la marca
De los esclavos señalar no quise
A las naciones; a matarme vengo,
¡ A morir libre!

Hoy podrás verme desde el amor lejano,
Cuando comiences en ocaso a hundirte,
Sobre la cima del volcán tus himnos
Cantando libre.

Mañana solo, cuando ya de nuevo
Por el oriente tu corona brille,
Tu primer rayo dorará mi tumba,
¡mi tumba libre!

Sobre ella el cóndor bajará del cielo;
Pondrá sus huevos y armará su nido,
Ignoto, libre.

Rafael Nuñez


(Cartagena de Indias, Colombia, 1825 - 1894) Político colombiano, presidente de Colombia entre 1880-1882, 1884-1886 y 1886-1888.
La vigilia y el sueño
Sueño, imagen de la muerte
Sin ti de hombre la suerte
Fuera, de lo que es ,mejor,
Pues doble tiempo viviera
Y doble labor cumpliera
Sin tu oportuno sopor.
¡Ciega vigilia! Tú ignoras
Con cuánta prisa evaporas
Del hombre la savia aquí:
Y que ¡ay!  Por ti consumida
En breve fuera la vida
Sin la quietud que halla en mí.


León de Greiff

(Francisco de Asís León Bogislao de Greiff Haeusler; Medellín, 1895 - Bogotá, 1976) Poeta colombiano que se distinguió por su lirismo simbólico, sarcástico, imaginativo y musical, uno de los más originales que ha dado Colombia. Popular entre los poetas e ignorado por el lector común, vivió casi siempre en Bogotá, donde frecuentó sucesivas generaciones de bohemia y de vanguardias.

  RELATO DE SERGIO STEPANSKY

Juego mi vida, cambio mi vida,
de todos modos
la llevo perdida...
Y la juego o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...
La juego contra uno o contra todos,
la juego contra el cero o contra el infinito,
la juego en una alcoba, en el ágora, en un garito,
en una encrucijada, en una barricada, en un motín;
la juego definitivamente, desde el principio hasta el fin,
a todo lo ancho y a todo lo hondo
—en la periferia, en el medio,
y en el sub-fondo...—
Juego mi vida, cambio mi vida,
la llevo perdida
sin remedio.
Y la juego, o la cambio por el más infantil espejismo,
la dono en usufructo, o la regalo...:
o la trueco por una sonrisa y cuatro besos:
todo, todo me da lo mismo:
lo eximio y lo rüin, lo trivial, lo perfecto, lo malo...
Todo, todo me da lo mismo:
todo me cabe en el diminuto, hórrido abismo
donde se anudan serpentinos mis sesos.
Cambio mi vida por lámparas viejas
o por los dados con los que se jugó la túnica inconsútil:
—por lo más anodino, por lo más obvio, por lo más fútil:
por los colgajos que se guinda en las orejas
la simiesca mulata,
la terracota rubia;
la pálida morena, la amarilla oriental, o la hiperbórea rubia:
cambio mi vida por una anilla de hojalata
o por la espada de Sigmundo,
o por el mundo
que tenía en los dedos Carlomagno: —para echar a rodar la bola...
Cambio mi vida por la cándida aureola
del idiota o del santo;
la cambio por el collar
que le pintaron al gordo Capeto;
o por la ducha rígida que llovió en la nuca
a Carlos de Inglaterra;
la cambio por un romance, la cambio por un soneto;
por once gatos de Angora,
por una copla, por una saeta,
por un cantar;
por una baraja incompleta;
por una faca, por una pipa, por una sambuca...
o por esa muñeca que llora
como cualquier poeta.
Cambio mi vida —al fiado— por una fábrica de crepúsculos
(con arreboles);
por un gorila de Borneo;
por dos panteras de Sumatra;
por las perlas que se bebió la cetrina Cleopatra—
o por su naricilla que está en algún Museo;
cambio mi vida por lámparas viejas,
o por la escala de Jacob, o por su plato de lentejas...
¡o por dos huequecillos minúsculos
—en las sienes— por donde se me fugue, en grises podres,
la hartura, todo el fastidio, todo el horror que almaceno en mis odres...!
Juego mi vida, cambio mi vida.
De todos modos
la llevo perdida...






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